jueves, 4 de noviembre de 2010

"Apuntes" por "El Vernáculo"


Apuntes para volverse a ver
:: Texto: Laura Gelfi
: Fotografía: Diego Ojeda

Sorprendente y sorpresiva. Tierna. Divertida. Por momentos, misteriosa. Con encuentros y desencuentros. Amor y desamor. Preguntas sin respuestas. Respuestas sin preguntas. Discusiones. Reproches. Ingenuidad mezclada con locura… Ésos fueron algunos de mis apuntes de esta obra que, definitivamente, coincidiendo con su título, es para volver a ver.
Es viernes y son las 23.30 h. El pasillo de Timbre 4 nos conduce a una sala pequeña en la que la cercanía entre artistas y espectadores permite sentirnos parte de este espectáculo teatral. La historia se desarrolla en una casa de campo en la que se reencuentran cuatro personas que fueron criadas juntas y que, poco tiempo después de que llegara Julio -el último de sus integrantes-, se habían separado.
Con la muerte de Babila, la señora que los crió, ellos deben reunirse otra vez. Y en esta reunión no sólo se encargarán de decirse muchas de sus verdades y de recordar viejos tiempos, sino también de decidir qué harán con Julio, el único integrante que seguía viviendo en la casa y que parece tener algún problema mental que complica la decisión de dejarlo solo.

¿Cómo te das cuenta si es amor?
En un clima por momentos tenso y, por otros, muy divertido -en los que las carcajadas invaden el espacio-, llega un vecino que de una forma muy particular nos terminará dando cátedra acerca del amor. La charla comienza cuando Julio le pregunta: “¿Cómo te das cuenta si es amor?”. Y este sabio personaje, después de muchas vueltas, concluye diciendo que el amor “es magia, y la magia no se puede explicar”.
Además de estos parlamentos conmovedores que enriquecen mis apuntes (y el oído de todos los espectadores), resulta clave la presencia de este vecino porque él también conoce mucho de la historia de los personajes que hoy se reencuentran y saca a la luz algunas de sus verdades ocultas.

Actores para volver a aplaudir
Más allá de la trama de la pieza teatral, que es interesante y capta rápidamente nuestra atención, es destacable el trabajo actoral de este grupo de artistas. Inmersos en un lenguaje actual y realista, se ven cuerpos comprometidos en escena. Para regocijo de quienes amamos al teatro, así se mantienen durante toda la obra, logrando que los personajes lleguen a volverse conocidos y hasta -por qué no- queridos (u odiados, en algunos casos) por el público.
Timbre 4 se caracteriza por presentar obras de gran calidad teatral y, con Apuntes para volverse a ver, no nos defrauda. Locura. Recuerdos. Canciones que ya no se oyen. Botellas vacías. Peleas. Alguien que no acostumbra a brindar… Perdón, ya les había comentado que tenía muchos apuntes de esta obra para volverse a ver; sí, para volverse a ver, y volverse a ver, y volverse a ver.


Reportaje a nuestro Rubén!!! en Clarín Espectáculos

En el nombre del hijo

30/10/10
Entrevista a Isidoro Tolcachir, padre de Claudio, el director teatral de Timbre 4; abandonó la electrónica por la actuación.
PorADYS GONZÁLEZ DE LA ROSA 
Especial Para Clarín
Tras dedicarse por medio siglo a la electrónica, su hijo le propuso que estudiase teatro. Así comenzó Isidoro Tolcachir en los talleres de Alejandra Boero, y hoy lleva más de 20 años sobre el escenario. “Parece que hay un gen en la familia -comenta en broma-. Daniela Pal (actriz) influyó en Claudio (Tolcachir) y él en mí, también su hermano es director de orquesta y su madre tocaba el piano de joven, aunque finalmente se decidió por la medicina, así que algo hay”. Su hijo, Claudio Tolcachir, comenzó como actor, carrera que Isidoro impulsó y apoyó. Hoy dirige el espacio Timbre 4 y es uno de los directores que transita del off al comercial, con gran éxito en sus producciones.
El primer acercamiento de Tolcachir padre al medio fue en los años sesenta, como asistente de dirección en la televisión francesa. Y si bien ha trabajado como actor en el cine y la televisión, confiesa que donde se halla a plenitud es en el teatro. “Empecé a estudiar para buscar un alivio, atravesaba una situación difícil en mi vida, pero me fui quedando y aquí estoy. Actúo por placer, me siento muy motivado cuando lo hago y soy realmente feliz en el escenario”, declara el actor de 73 años.
En estas dos décadas de carrera, Isidoro ha actuado siempre en el off, excepto una versión de El jardín de los cerezos , de Chejov, que dirigió Agustín Alezzo en el Teatro San Martín. Y aunque menciona a su hijo entre sus directores favoritos, reconoce el esfuerzo extra que demanda de ambos el trabajo en conjunto. “No es fácil trabajar con mi hijo, el rol se contrapone con el de la vida real. Pero lo resolvemos -ríe-. Hace poco hice un reemplazo en Agosto , obra que él dirige, después de diez años sin hacer nada juntos, y me asombró cuánto ha crecido como director”. En el año 2000 Claudio Tolcachir, dirigió y actuó en Orfeo y Eurídice , de Jean Anouilh, donde -como en la vida real- ambos interpretaban los papeles de padre e hijo. “Claudio y yo queremos hacer algo juntos nuevamente, hasta ahora no se ha dado, porque ha coincidido con otros compromisos de trabajo, pero estamos pensado que podría ser el año que viene”.
Isidoro considera que su primer trabajo profesional fue en Juana de Lorena , bajo la dirección de Alejandra Boero, en el año 93. Luego sería convocado por Agustín Alezzo para Ah, Soledad de Eugene O´Neil y Recuerdo de dos lunes , de Arthur Miller. “Considero que Alezzo es un gran director, alguien a quien respeto mucho y por quien siento gran admiración”, asegura. También fue dirigido por Lizardo Laphitz en Incendio en la nieve , de Sam Shepard y más tarde en Espectros , de Ibsen.
Actualmente interpreta el personaje de Rubén (un antiguo vecino) en la obraApuntes para volverse a ver del novel director Gonzalo Ruiz. “Yo conocía a Gonzalo como actor, para mí era el remisero de La omisión de la familia Coleman, y tanto yo como el resto de los actores, estamos muy sorprendidos por el talento que ha revelado en la dirección”. La obra transcurre en una casa en la que crecieron cuatro personas que han regresado para cumplir el deseo de quien los crió. Una balacera los obliga a permanecer encerrados junto a este vecino, que parece saber de ellos más de lo que suponían, y quien le impregna un toque de humor que descomprime la tensa trama.
“Mi personaje es un hombre de campo y contrasta con el resto del elenco que es más joven. Yo lo hago muy en serio, el público se ríe pero no de él, sino de la situación de choque y confusión que es graciosa”.

"El teatro y sus experiencias", minirrepo a Gonzalo Ruiz


¿Cómo nació “Apuntes para volverse a ver”, la obra que se presenta los viernes a las 23.30 en Timbre 4? 
Nació hace unos años cuando me puse a escribir el texto sin pensar demasiado en cuándo, cómo o dónde iba a terminar de concretarse. Finalmente el año pasado la terminé y ahí se armó todo el elenco con gente de Timbre 4, con quienes compartimos el trabajo por distintos motivos. Esto es algo muy nuevo para mí y resulta muy enriquecedor.
¿Cuál es el tema de la obra?
Es una tragicomedia sobre los vínculos humanos. Mejor dicho qué clase de vínculos se construyen y, sobretodo, sus consecuencias cuando se pretende construir una mirada de la realidad cerrada de lo que, aunque no nos guste, esta ahí afuera. La historia de los personajes tiene que ver con lo que el pasado generó en sus vidas en el presente.
¿Qué aprendiste durante los cinco años que formaste parte del elenco de “La omisión de la familia Coleman”?
Muchísimo. Llevamos como 800 funciones y la obra sigue tan viva como en el estreno. Hacer ese trabajo tiene mucho de aprendizaje. Del director, Claudio Tolcachir; de los compañeros. La experiencia ya excede lo teatral y pasa a ser un movimiento de vida muy fuerte para todos.

Show On Line

Recomienda: Carla Laneri
Calificacion: Muy Buena
Gonzalo Ruiz  muestra su talentosa faceta de dramaturgo y director bajo la obra que se presenta en timbre 4 y en la cual marca un antes y después de su carrera. Apuntes para volverse a ver juega con los objetivos de distintos personajes que transitan un abanico de emociones en una simple casa de campo. A su vez, el fluido lenguaje se contrapone con la tranquilidad del ambiente. El autor recurre a la repetición de ciertas palabras, momentos, situaciones o personajes que van y vienen durante la obra, haciendo que el espectador viaje divertido sin darse cuenta de la sutileza con la que se van contando las escenas. Todos los actores tienen una interesante y acertada búsqueda de sus personajes, juegan entre ellos, dominan su cuerpo y transitan cada momento. Apuntes para volverse a ver es una obra excelente para percibir el nacimiento de un talentoso actor como Gonzalo Ruiz en el rol de dirección y dramaturgia.

Crítica de Apuntes en puestaenescena.com.ar

Una historia de reencuentros en donde nada es lo que parece, con excelentes trabajos, los viernes en Timbre 4
Apuntes para volverse a ver
O el pasado no nos dejó dormir...

Por Teresa Gatto
Los reencuentros marcan puntos de inflexión que sirven como artilleros para generar conflictos o saldar antiguas deudas. Deudas que no sabíamos que teníamos, agujeros del sentir que estaban tapados por capas de olvido, omisiones inconscientes que ayudan a que duela menos. No importa qué, sólo que duela menos.
Apuntes para volverse a ver, desanda con ese modo atrapante del “había una vez” la historia de cuatro seres criados por una misma mujer, Babila que deben reunirse tras la muerte de ésta para terminar una historia de vida que comenzó hace mucho tiempo.
Así Consuelo a cargo de Nadia Marchione, Ana, en la piel de Lorena Baruta y Eduardo, interpretado por Alejandro Lifschitz, regresan a la deteriorada casa en la que fueron criados en donde sólo Julio, encarnado por Agustín Sacalise, permanece como si el tiempo no hubiera transcurrido o sólo lo hubiera hecho para hacer más grande el desamparo, pues en su memoria todo está como si el resto se hubiera marchado ayer. Hay algo en torno de la inocencia de Julio que lo hace pequeño no sólo por ser el más chico, sino porque además ha permanecido bajo la tutela celosa de Babila, de quien se irá armando un retrato a lo largo de la puesta. Pero esa tutela tal vez obligue a pensar que, ahora sin la madre adoptiva, alguien deberá hacerse cargo de Julio o Julito como sus hermanastros lo llaman.
Es un pueblo pequeño, los recién llegados han perdido el hábito de vivir en él entonces los balazos que cada tanto suenan porque una vecina cree ver ladrones por todas partes y la llegada de su esposo, Rubén, a cargo de Isidoro Tolcachir, obligan al contraste eterno de esta Argentina que se basa y soporta en los binomios civilización/barbarie que dan como corolario otros binomios no menos dramáticos: campo/ciudad, letrados/iletrados, etc.
Los balazos que con la escopeta obligan a los antiguos habitantes de la casa, a Julio y al propio Rubén a permanecer dentro de la misma, también los condenan a exhibir sus agujeros. El diseño espacial de la sala pequeña de Timbre 4 es propicio para crear un entre nos obligado que explicará todos y cada uno de los secretos que la inhumación de las cenizas de Babila sacará a la luz. Así el descontento de Eduardo, la discordia entre Ana y Consuelo, lo que Julio cree saber pero está en las antípodas de la verdad, lo que Rubén puede aportar desde su mirada extra familiar, conformarán una verdad si  es que hay una sola y absoluta o muchas pequeñas verdades hechas añicos según los ojos que la miren.
Los actores cumplen sus roles con gran organicidad. La pequeña y desvencijada casa de la madre sustituta  ausente/presente (ya que sus cenizas rondan en la pequeña vasija a todos los congregados en ella) cobra una dimensión asfixiante no sólo por la  escasez del espacio sino por la condensación de sentidos que cada uno sus atribulados habitantes exhibe siempre. El gran hallazgo de la ópera prima de Gonzalo Ruiz es narrar esta historia y montarla con la dosis exacta de enigma, suspense y humor, elementos sin los cuales sería angustiante.
Cada verdad completa o a medias, cada disparo de la escopeta, las intervenciones de Julio y Rubén operan a modo de pequeños pero bien pensados pasos de comedia  que hacen que el espectador sienta la misma dosis empatía por esos seres que evidentemente han sufrido mucho y a la vez, pueda, en la inmediatez de sus presencias, en la cercanía de las mismas (a causa del buen diseño del espacio escénico) reír de esas cosas que suceden siempre en toda familia disfuncional en la que cada uno ha tomado el rumbo que pudo o se ha quedado eternizado para siempre en un mismo segmento espacio-temporal.
De nuevo, Timbre 4 es una opción, los viernes a la noche, para plantearse qué es el teatro, qué tan bien se puede lograr trasnsitar el ser de un personaje y agradecer este modo artesanal de contar una historia chiquita que se hace enorme cuando hay que reponerle el sentido. Salir completamente satisfecho del teatro es un premio de doble dimensión para los teatristas que esperan aplausos y para el espectador que tiene mucha oferta pero no siempre de esta calidad.


lunes, 13 de septiembre de 2010

GEOTEATRAL - Gonzalo Ruiz habla de Apuntes para volverse a ver


Gonzalo Ruiz habla de Apuntes para volversr a ver

Gonzalo Ruiz (La omisión de la familia Coleman) nos habla aquí de la obra que escribió y dirige la cual se presenta los viernes en Timbre 4.

Sobre la obra:
Apuntes para volverse a ver gira en torno al reencuentro de cuatro personajes en la vieja casa de campo donde se criaron y a la que regresan para cumplir con un pedido póstumo.

Eduardo, Ana y Consuelo se han ido hace ocho años sin entender muy bien de qué estaban escapando o por qué decidían una partida tan abrupta y tajante.

En la casa, una modesta chacra o casa de campo alejada del pueblo, han quedado Babila, quien ejerciera el rol de madre, y Julio, el más joven de los que allí vivieron aquellos años. Fueron familia tal vez. Pero no parientes. Al menos no en términos de sangre.

Entre ellos no han vuelto a hablarse casi, no se ven, no se saben y no se comunican. Sin embargo nadie está muy seguro por qué las cosas se han dado así. Nadie preguntó. Ninguno podría decir qué sabe o qué piensa el otro. Cómo ve y siente ni aquello que ha pasado ni lo que hoy sigue sucediendo en sus vidas.

La intromisión de una confundida pareja de vecinos, con sus muy particulares características, genera una serie de acontecimientos tragicómicos donde los personajes que han vuelto al hogar de la infancia se ven arrastrados a mirarse, reconocerse y conciliar aquel tiempo de cuentos e infancia con lo que cada uno ha podido hacer desde aquella partida abrupta y silenciosa.

El tema de la obra puede ser quizás los vínculos humanos. Mejor dicho qué clase de vínculos se construyen y, sobre todo, sus consecuencias cuando se pretende construir una mirada de la realidad cerrada y ciega de lo que, aunque no nos guste, está ahí afuera. Sucediendo y marcando el paso. Una forma, tal vez no intencional, pero que deviene individualista o de pequeñas individualidades unidas por la misma ceguera e impotencia.

¿Qué sucede cuando al volver la mirada aquello que nos trajo hasta aquí no resulta maravilloso?

¿Cómo desprenderse de un cuento que pretende pintar una infancia soñada y un mundo sin conflictos?

¿Qué relaciones genera una realidad construida sin ver lo que sucede más allá de la pared?

La obra, por supuesto, no pretende responder estos interrogantes. Sí transitarlos y asumirlos como algo que impide un cambio o la construcción una realidad distinta.


Sobre la dramaturgia y puesta en escena:
El procedimiento de trabajo fue el de alcanzar a la puesta en escena de la obra a través de las propuestas que los actores y actrices fueran probando y transitando durante el proceso de ensayo. La verdad, la fortaleza, la intensidad con que se construyeran los vínculos entre los personajes era en definitiva lo que daría cuerpo a esta obra.

Para esto, y aunque siempre se trabajó a partir del texto ya escrito, se realizaron improvisaciones sobre tiempos y situaciones que los personajes pudieran haber transitado en un tiempo anterior al del “cuento” o la historia tal como la verían los espectadores.

Si bien el texto fue entregado a los actores una vez finalizado mi idea era mantenerlo permeable a las modificaciones que pudiesen surgir a partir de las propuestas que en la acción trajeran cualquiera de los miembros de la cooperativa para sumar y ampliar la mirada de la dirección. Cada quien desde su trabajo y desde su punto de vista. De hecho, fui reescribiendo y modificando el texto a lo largo de los ensayos.

Cuando me tocaba salir de gira con “La omisión de la Familia Coleman” obra en la que trabajo como actor, el elenco seguía ensayando en Buenos Aires y yo, que a través de mails y teléfono me mantenía al tanto de cómo iban los ensayos, charlaba y compartía ideas y nuevos rumbos para la obra con mis compañeros de elenco en la gira.

Creo que la causa de esta metodología de trabajo excede el hecho, no menor seguramente, de que esta sea la primera vez que asumo el rol de director y autor.

Es una forma de trabajo que yo tuve la posibilidad de transitar y compartir como actor o asistente junto a directores y compañeros de elenco de las obras en las que trabajo y trabajé. Y que me marcó muy positivamente. Quiero decir que cuanto más pueda nutrirse el proyecto de miradas, puntos de vista, campos imaginativos y mundos poéticos mayor será la fuerza del resultado en términos artísticos y humanos. Siento que esto es lo que puedo decir más disfrute como director. El tener la posibilidad de componer algo con tanto material, con una entrega total y muy comprometida de parte del elenco y todo el equipo artístico. Sé que no es nada nuevo lo que digo. Pero es algo que me tocó descubrir y aprender a mí en este momento desde este lugar. Saber de que se trataba.

No es sencillo dedicarle tiempo y energía al teatro cuando no siempre puede ser el medio de subsistencia económico de los que lo hacemos. O tenés otro trabajo por fuera del ámbito artístico, o tenés que dar mil horas de clase por semana, y ensayar y estrenar y hacer dos, tres obras a la vez.

Y en ese sentido tanto actores, actrices, asistentes, escenógrafa, iluminador, todos estuvieron siempre poniendo el cuerpo y trabajando con una intensidad y compromiso muy profesional. Que en definitiva es lo que son. Hay una idea, que por suerte y a fuerza de la calidad del teatro argentino, está en caída. Y es la de que si no ganas suficiente plata como para vivir “bien”, dentro los parámetros tan corridas de la sociedad moderna, entonces lo que haces es un hobby o un pasatiempo. Y no es así. Claro que debemos buscar la manera de que eso cambié. De ver retribuido nuestro trabajo en la posibilidad de vivir de eso que hacemos. De que haya mayor sustento por parte del estado o de fundaciones privadas que inviertan y apuestan a la actividad artística y cultural. A nuevos proyectos en términos de ideas y personas. Apostar en un sentido auténtico. Y junto a eso rebuscársela. Estar a pleno buscando, haciendo y concretando. Muchas horas, dormir poco, inventar días de 25 horas para poder mantener el ritmo de ensayo, etc…

Trabajar con gente que comparte esta visión genera mucho placer y sobretodo el nunca perder de vista que en el fondo el oficio se trata de hacer. Y tener la certeza que ese sacrificio, no negativo, es una elección con un objetivo: el de la construcción y la consiguiente transformación de una idea abstracta surgida del campo imaginario en un hecho visible y concreto.

Una creación propia, colectiva y concretada.

Luego se trata de seguir aprendiendo, mejorar aquello con lo que pueda no estar plenamente conforme, lo cual por suerte considero imposible, y empezar otra vez.

De ahí la necesidad de escribir un texto teatral y llevarlo a escena con todas las dificultades y desafíos que esto implica.

Gonzalo Ruiz habla de Apuntes para volversr a ver

Ficha Técnica:
APUNTES PARA VOLVERSE A VER
Los viernes a las 23:30hs en Timbre 4
(Boedo 640) Reservas: www.timbre4.com
Funciones: Viernes: 23:30 hs. Localidades:$30.
Tenemos 2x1: http://www.geoteatral.com.ar/frontend/nota.php?seccion_id=8⊂_seccion_id=29&contenido_id=3726

GEOTEATRAL

jueves, 9 de septiembre de 2010

ABC Cultural habla de Apuntes...

08.09.2010

APUNTES PARA VOLVERSE A VER, LA ÓPERA PRIMA DE GONZALO RUIZ

La casa de campo, testigo del reecuentro y los secretos del pasado
Crédito: Giampaolo Sama


Los viernes a las 23.30 en Teatro Timbre 4, ubicado en Av. Boedo 640, Ciudad de Buenos Aires, se lleva a cabo una comedia dramática que a través de su historia, textos y dinamismo mantiene la atención de principio a fin, generando empatía a través de su realismo. Se trata de “Apuntes para volverse a ver”, escrita y dirigida por Gonzalo Ruiz, con actuación de Lorena Barutta, Alejandro Lifschitz, Nadia Marchione, Agustín Scalise e Isidoro Tolcachir.

Con una escenografía que remite a una casa de campo, cuatro personas se vuelven a reunir entre esas paredes para enterrar a la mujer que los crió, y los vió crecer hasta que fueron adolescentes. Ana, Eduardo y Consuelo vivían juntos con Babila, hasta que un cuarto niño, Julio, se sumó a la familia, y desde ese momento las cosas ya no fueron iguales, para nadie.

Entre celos, odio, secretos, intolerancia y sorpresas, los hermanos más grandes se reencuentran con el menor, el que nunca abandonó la casa y fue refugio de aquella mujer. El resto hizo con su vida lo que pudo,escapó, se liberó y corrió hacia una vida diferente en la ciudad, pero ahora es momento de enfrentarse al pasado, porque los recuerdos no les permiten avanzar, les pisan los talones.

Ana es dura, avasallante, y tiene un irónico sentido del humor que le permite sobrellevar la situación;Consuelo es sensible, y ese rasgo de su personalidad, y el descubrimiento de la verdad, le hará replantearse su lugar en la familia; Eduardo está sobrepasado con esta realidad, que no comprende ni soporta del todo; y Julio es un chico de campo, bondadoso y sincero que no esconde su emoción.

La tensa situación se agrava cuando aparece un vecino y la casa comienza a ser baleada, acción tragicómica que une el mundo exterior con ese espacio, lugar testigo del último deseo de la anciana, el de juntar a sus hijos, aunque esta idea pueda tornarse un poco más compleja que el simple hecho de volverse a ver.

La soltura en el manejo de los tiempos y climas convierte a la obra en un espectáculo original, donde el proceso entre el pasado y el presente está atravesado por un excelente equilibrio entre el drama y la comedia, exponiendo situaciones humanamente reales.

ABC CULTURAL


Apuntes para volverse a ver, según AGENCIANAN

“Apuntes para volverse a ver” en Timbre 4.-

La ópera prima de Gonzalo Ruiz, en la que un grupo de hermanastros se reúne tras la muerte de su madrastra, se concentra en la apertura de viejas heridas a partir de la ausencia en conexión con un pasado que se revuelve, con cosas que seguirán siendo pregunta.

Por María Daniela Yaccar
Fotografía gentileza de Apuntes para volverse a ver

Buenos Aires, septiembre 7 (Agencia NAN-2010).- El espacio es tan diminuto que todo se vuelve potente. Y todo está ocurriendo tan cerca que resulta imposible un distanciamiento, ése que avisaría que lo que está ocurriendo es relato. Mucho influye que Timbre 4 sea el fin de un largo pasillo --es bien famoso el cartel de la puerta, que pide silencio pues hay vecinos descansando--; una sala en la que, una vez completa de espectadores, no cabe un alfiler. Las consecuencias están a la vista, en los elementos que se deifican: la importancia de la actuación está en el rostro, la iluminación gana un papel protagónico, también los objetos. El espectador se sumerge en un mundo en que lo que pasa es más importante que lo que va a pasar o que lo que pasó. Sobre esa estructura se erigeApuntes para volverse a ver, ópera prima de Gonzalo Ruiz, que se presenta todos los viernes a las 23.30 en la sala de Boedo 640.

Esa estructura, ese cómo se construye la ficción, es aquí tan importante como el contenido. En efecto, puede arriesgarse que ese cómo estuvo antes, que la historia se cocinó en un espacio pequeño, que se necesitaba eso para su efectividad. Es un primer punto a favor deApuntes...: esa amalgama de forma y contenido, no tan fácilmente hallable en la cartelera porteña.

Ana (Lorena Barutta), Consuelo (Nadia Marchione), Eduardo (Alejandro Lifschitz) y Julio (Agustín Scalise) se criaron juntos en la casa de un pueblo. Todos ellos huérfanos, vivían con Babila, su madrastra. A diferencia de los tres primeros, que crecieron en la ciudad, Julio permanece en la vieja casa. La muerte de Babila obliga a los jóvenes a reencontrarse para cumplir con la última voluntad de su madre sustituta. El reencuentro tiene lugar en la casa de Julio, que parece detenida en el tiempo.

Por diversos motivos, cumplir con la última voluntad de Babila no será fácil. Eso es culpa, en principio, de la desorientación de Julio, a quien dan más ganas de nombrar como “Julito”, así llamado cariñosamente por sus hermanastros. Es que es el personaje más entrañable, el que sin dudas enternece a la platea. Al comenzar la obra, podría pensarse que Julito es el tipo con menos sentido común de la Tierra, pero luego se vuelve evidente que no está en sus cabales. Aunque el tema no sea original (la muerte como activadora de encuentros inesperados), lo que tiene de interesante Apuntes... son los pequeños grandes meollos que va desatando en su desarrollo. Demasiadas preguntas surgen (¿Por qué los otros tres se fueron? ¿Por qué Consuelo y Eduardo están peleados? ¿Qué demonios tiene Julito en la cabeza?) y se van respondiendo. La mente del público debe trabajar bastante, aún así hay cuestiones que no quedan del todo claras.

Un quinto personaje viene a condimentar las cosa:. Se trata de Rubén (Isidoro Tolcachir), vecino de Julito.
Con las cenizas de Babila arriba de la mesa, los hermanastros deberán resguardarse dentro de la casa. La presencia de Rubén deja en claro que la obra se mece en un terreno de oposiciones: el campo y la ciudad, lo visible y lo invisible, un adentro seguro y un afuera peligroso, lo dicho y lo no dicho.

Si el espectador vio Un hueco en el Club Estrella de Maldonado encontrará rápidamente más de una similitud entre las dos propuestas, en cuanto a la trama: muerte, pueblo, ciudad, reencuentro. En efecto, son temas recurrentes en el teatro. Pero hay, también, una diferencia abismal. Porque si la obra del vestuario engendra un clima asfixiante y sórdido, Apuntes... le escapa totalmente a eso. No hay clima de muerte en esa casa. Más bien, hay clima de enigma, un halo inquietante. Claro, ahora no se sabe qué va a pasar con Julito... a un chico con sus problemas no se lo puede dejar solo. No hay clima de muerte porque la obra presenta momentos de humor logradísimos, fragmentos de dulzura, nostalgia a lo Campanella. Momento destacado: una charla entre Julito y Rubén sobre el significado del amor.

La muerte puede ser una incertidumbre respecto del futuro: ¿qué hacer después de eso? ¿Cómo se reestructura la vida de quienes acompañaron a esa persona? ¿Cuáles son los cambios concretos que la muerte trae consigo? No obstante, más que en eso, Apuntes... se concentra en la apertura de viejas heridas a partir de la muerte, en su conexión con el pasado. Y se trata de un pasado que se revuelve, de porquería que se agita, de mugre que la vida se ocupó de esconder debajo de la alfombra. De cosas que seguirán siendo pregunta, enigmas que ni siquiera la muerte será capaz de responder.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Crítica de Apuntes en criticunder

Apuntes para volverse a ver, un pasado.

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Por: Ariel Vega (colaborador)
ariel.criticunder@ymail.com

Calificación: ★★★★

La muerte de Babila será el motivo por el que Ana, Consuelo, Julio y Eduardo se reunirán en la vieja casa de campo en la que vivieron su infancia. Una casa que los albergó por distintos motivos y que algunos abandonaron abruptamente. Julio, el más joven de todos y quizás acaso el eje del conflicto, es el encargado de llevar adelante esta reunión que los confrontará con los recuerdos de un pasado en común.

Un pasado que los unió como hermanastros, los separó y hoy los junta para tratar de entenderlo y así tomar decisiones.

El actor Gonzalo Ruiz hace su desembarco como director y cuenta con éxito su propia obra. Un texto ingenioso que cuenta la difícil tarea de reconocerse enfrentando al pasado. Todos se mudaron a la gran ciudad salvo Julio que jamás se despegó de la vida del campo. Secretos, amores, odios y rencores saldrán a la luz acompañados por canciones de la infancia, sustos y una damajuana de vino.

Todo ocurre en una noche en la que unos vecinos se sumarán a una situación algo bizarra. Un antiguo vecino que aportará humor al conflicto y que es genialmente interpretado por Isidoro Tolcachir. La situación que se da afuera de la casa los mantendrá a los cinco encerrados intentando resolver su futuro.

Un buen debut de Gonzalo Ruiz, buenas actuaciones y apuntes para no dejar de ver.