jueves, 9 de septiembre de 2010

Apuntes para volverse a ver, según AGENCIANAN

“Apuntes para volverse a ver” en Timbre 4.-

La ópera prima de Gonzalo Ruiz, en la que un grupo de hermanastros se reúne tras la muerte de su madrastra, se concentra en la apertura de viejas heridas a partir de la ausencia en conexión con un pasado que se revuelve, con cosas que seguirán siendo pregunta.

Por María Daniela Yaccar
Fotografía gentileza de Apuntes para volverse a ver

Buenos Aires, septiembre 7 (Agencia NAN-2010).- El espacio es tan diminuto que todo se vuelve potente. Y todo está ocurriendo tan cerca que resulta imposible un distanciamiento, ése que avisaría que lo que está ocurriendo es relato. Mucho influye que Timbre 4 sea el fin de un largo pasillo --es bien famoso el cartel de la puerta, que pide silencio pues hay vecinos descansando--; una sala en la que, una vez completa de espectadores, no cabe un alfiler. Las consecuencias están a la vista, en los elementos que se deifican: la importancia de la actuación está en el rostro, la iluminación gana un papel protagónico, también los objetos. El espectador se sumerge en un mundo en que lo que pasa es más importante que lo que va a pasar o que lo que pasó. Sobre esa estructura se erigeApuntes para volverse a ver, ópera prima de Gonzalo Ruiz, que se presenta todos los viernes a las 23.30 en la sala de Boedo 640.

Esa estructura, ese cómo se construye la ficción, es aquí tan importante como el contenido. En efecto, puede arriesgarse que ese cómo estuvo antes, que la historia se cocinó en un espacio pequeño, que se necesitaba eso para su efectividad. Es un primer punto a favor deApuntes...: esa amalgama de forma y contenido, no tan fácilmente hallable en la cartelera porteña.

Ana (Lorena Barutta), Consuelo (Nadia Marchione), Eduardo (Alejandro Lifschitz) y Julio (Agustín Scalise) se criaron juntos en la casa de un pueblo. Todos ellos huérfanos, vivían con Babila, su madrastra. A diferencia de los tres primeros, que crecieron en la ciudad, Julio permanece en la vieja casa. La muerte de Babila obliga a los jóvenes a reencontrarse para cumplir con la última voluntad de su madre sustituta. El reencuentro tiene lugar en la casa de Julio, que parece detenida en el tiempo.

Por diversos motivos, cumplir con la última voluntad de Babila no será fácil. Eso es culpa, en principio, de la desorientación de Julio, a quien dan más ganas de nombrar como “Julito”, así llamado cariñosamente por sus hermanastros. Es que es el personaje más entrañable, el que sin dudas enternece a la platea. Al comenzar la obra, podría pensarse que Julito es el tipo con menos sentido común de la Tierra, pero luego se vuelve evidente que no está en sus cabales. Aunque el tema no sea original (la muerte como activadora de encuentros inesperados), lo que tiene de interesante Apuntes... son los pequeños grandes meollos que va desatando en su desarrollo. Demasiadas preguntas surgen (¿Por qué los otros tres se fueron? ¿Por qué Consuelo y Eduardo están peleados? ¿Qué demonios tiene Julito en la cabeza?) y se van respondiendo. La mente del público debe trabajar bastante, aún así hay cuestiones que no quedan del todo claras.

Un quinto personaje viene a condimentar las cosa:. Se trata de Rubén (Isidoro Tolcachir), vecino de Julito.
Con las cenizas de Babila arriba de la mesa, los hermanastros deberán resguardarse dentro de la casa. La presencia de Rubén deja en claro que la obra se mece en un terreno de oposiciones: el campo y la ciudad, lo visible y lo invisible, un adentro seguro y un afuera peligroso, lo dicho y lo no dicho.

Si el espectador vio Un hueco en el Club Estrella de Maldonado encontrará rápidamente más de una similitud entre las dos propuestas, en cuanto a la trama: muerte, pueblo, ciudad, reencuentro. En efecto, son temas recurrentes en el teatro. Pero hay, también, una diferencia abismal. Porque si la obra del vestuario engendra un clima asfixiante y sórdido, Apuntes... le escapa totalmente a eso. No hay clima de muerte en esa casa. Más bien, hay clima de enigma, un halo inquietante. Claro, ahora no se sabe qué va a pasar con Julito... a un chico con sus problemas no se lo puede dejar solo. No hay clima de muerte porque la obra presenta momentos de humor logradísimos, fragmentos de dulzura, nostalgia a lo Campanella. Momento destacado: una charla entre Julito y Rubén sobre el significado del amor.

La muerte puede ser una incertidumbre respecto del futuro: ¿qué hacer después de eso? ¿Cómo se reestructura la vida de quienes acompañaron a esa persona? ¿Cuáles son los cambios concretos que la muerte trae consigo? No obstante, más que en eso, Apuntes... se concentra en la apertura de viejas heridas a partir de la muerte, en su conexión con el pasado. Y se trata de un pasado que se revuelve, de porquería que se agita, de mugre que la vida se ocupó de esconder debajo de la alfombra. De cosas que seguirán siendo pregunta, enigmas que ni siquiera la muerte será capaz de responder.

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