lunes, 13 de septiembre de 2010

GEOTEATRAL - Gonzalo Ruiz habla de Apuntes para volverse a ver


Gonzalo Ruiz habla de Apuntes para volversr a ver

Gonzalo Ruiz (La omisión de la familia Coleman) nos habla aquí de la obra que escribió y dirige la cual se presenta los viernes en Timbre 4.

Sobre la obra:
Apuntes para volverse a ver gira en torno al reencuentro de cuatro personajes en la vieja casa de campo donde se criaron y a la que regresan para cumplir con un pedido póstumo.

Eduardo, Ana y Consuelo se han ido hace ocho años sin entender muy bien de qué estaban escapando o por qué decidían una partida tan abrupta y tajante.

En la casa, una modesta chacra o casa de campo alejada del pueblo, han quedado Babila, quien ejerciera el rol de madre, y Julio, el más joven de los que allí vivieron aquellos años. Fueron familia tal vez. Pero no parientes. Al menos no en términos de sangre.

Entre ellos no han vuelto a hablarse casi, no se ven, no se saben y no se comunican. Sin embargo nadie está muy seguro por qué las cosas se han dado así. Nadie preguntó. Ninguno podría decir qué sabe o qué piensa el otro. Cómo ve y siente ni aquello que ha pasado ni lo que hoy sigue sucediendo en sus vidas.

La intromisión de una confundida pareja de vecinos, con sus muy particulares características, genera una serie de acontecimientos tragicómicos donde los personajes que han vuelto al hogar de la infancia se ven arrastrados a mirarse, reconocerse y conciliar aquel tiempo de cuentos e infancia con lo que cada uno ha podido hacer desde aquella partida abrupta y silenciosa.

El tema de la obra puede ser quizás los vínculos humanos. Mejor dicho qué clase de vínculos se construyen y, sobre todo, sus consecuencias cuando se pretende construir una mirada de la realidad cerrada y ciega de lo que, aunque no nos guste, está ahí afuera. Sucediendo y marcando el paso. Una forma, tal vez no intencional, pero que deviene individualista o de pequeñas individualidades unidas por la misma ceguera e impotencia.

¿Qué sucede cuando al volver la mirada aquello que nos trajo hasta aquí no resulta maravilloso?

¿Cómo desprenderse de un cuento que pretende pintar una infancia soñada y un mundo sin conflictos?

¿Qué relaciones genera una realidad construida sin ver lo que sucede más allá de la pared?

La obra, por supuesto, no pretende responder estos interrogantes. Sí transitarlos y asumirlos como algo que impide un cambio o la construcción una realidad distinta.


Sobre la dramaturgia y puesta en escena:
El procedimiento de trabajo fue el de alcanzar a la puesta en escena de la obra a través de las propuestas que los actores y actrices fueran probando y transitando durante el proceso de ensayo. La verdad, la fortaleza, la intensidad con que se construyeran los vínculos entre los personajes era en definitiva lo que daría cuerpo a esta obra.

Para esto, y aunque siempre se trabajó a partir del texto ya escrito, se realizaron improvisaciones sobre tiempos y situaciones que los personajes pudieran haber transitado en un tiempo anterior al del “cuento” o la historia tal como la verían los espectadores.

Si bien el texto fue entregado a los actores una vez finalizado mi idea era mantenerlo permeable a las modificaciones que pudiesen surgir a partir de las propuestas que en la acción trajeran cualquiera de los miembros de la cooperativa para sumar y ampliar la mirada de la dirección. Cada quien desde su trabajo y desde su punto de vista. De hecho, fui reescribiendo y modificando el texto a lo largo de los ensayos.

Cuando me tocaba salir de gira con “La omisión de la Familia Coleman” obra en la que trabajo como actor, el elenco seguía ensayando en Buenos Aires y yo, que a través de mails y teléfono me mantenía al tanto de cómo iban los ensayos, charlaba y compartía ideas y nuevos rumbos para la obra con mis compañeros de elenco en la gira.

Creo que la causa de esta metodología de trabajo excede el hecho, no menor seguramente, de que esta sea la primera vez que asumo el rol de director y autor.

Es una forma de trabajo que yo tuve la posibilidad de transitar y compartir como actor o asistente junto a directores y compañeros de elenco de las obras en las que trabajo y trabajé. Y que me marcó muy positivamente. Quiero decir que cuanto más pueda nutrirse el proyecto de miradas, puntos de vista, campos imaginativos y mundos poéticos mayor será la fuerza del resultado en términos artísticos y humanos. Siento que esto es lo que puedo decir más disfrute como director. El tener la posibilidad de componer algo con tanto material, con una entrega total y muy comprometida de parte del elenco y todo el equipo artístico. Sé que no es nada nuevo lo que digo. Pero es algo que me tocó descubrir y aprender a mí en este momento desde este lugar. Saber de que se trataba.

No es sencillo dedicarle tiempo y energía al teatro cuando no siempre puede ser el medio de subsistencia económico de los que lo hacemos. O tenés otro trabajo por fuera del ámbito artístico, o tenés que dar mil horas de clase por semana, y ensayar y estrenar y hacer dos, tres obras a la vez.

Y en ese sentido tanto actores, actrices, asistentes, escenógrafa, iluminador, todos estuvieron siempre poniendo el cuerpo y trabajando con una intensidad y compromiso muy profesional. Que en definitiva es lo que son. Hay una idea, que por suerte y a fuerza de la calidad del teatro argentino, está en caída. Y es la de que si no ganas suficiente plata como para vivir “bien”, dentro los parámetros tan corridas de la sociedad moderna, entonces lo que haces es un hobby o un pasatiempo. Y no es así. Claro que debemos buscar la manera de que eso cambié. De ver retribuido nuestro trabajo en la posibilidad de vivir de eso que hacemos. De que haya mayor sustento por parte del estado o de fundaciones privadas que inviertan y apuestan a la actividad artística y cultural. A nuevos proyectos en términos de ideas y personas. Apostar en un sentido auténtico. Y junto a eso rebuscársela. Estar a pleno buscando, haciendo y concretando. Muchas horas, dormir poco, inventar días de 25 horas para poder mantener el ritmo de ensayo, etc…

Trabajar con gente que comparte esta visión genera mucho placer y sobretodo el nunca perder de vista que en el fondo el oficio se trata de hacer. Y tener la certeza que ese sacrificio, no negativo, es una elección con un objetivo: el de la construcción y la consiguiente transformación de una idea abstracta surgida del campo imaginario en un hecho visible y concreto.

Una creación propia, colectiva y concretada.

Luego se trata de seguir aprendiendo, mejorar aquello con lo que pueda no estar plenamente conforme, lo cual por suerte considero imposible, y empezar otra vez.

De ahí la necesidad de escribir un texto teatral y llevarlo a escena con todas las dificultades y desafíos que esto implica.

Gonzalo Ruiz habla de Apuntes para volversr a ver

Ficha Técnica:
APUNTES PARA VOLVERSE A VER
Los viernes a las 23:30hs en Timbre 4
(Boedo 640) Reservas: www.timbre4.com
Funciones: Viernes: 23:30 hs. Localidades:$30.
Tenemos 2x1: http://www.geoteatral.com.ar/frontend/nota.php?seccion_id=8⊂_seccion_id=29&contenido_id=3726

GEOTEATRAL

jueves, 9 de septiembre de 2010

ABC Cultural habla de Apuntes...

08.09.2010

APUNTES PARA VOLVERSE A VER, LA ÓPERA PRIMA DE GONZALO RUIZ

La casa de campo, testigo del reecuentro y los secretos del pasado
Crédito: Giampaolo Sama


Los viernes a las 23.30 en Teatro Timbre 4, ubicado en Av. Boedo 640, Ciudad de Buenos Aires, se lleva a cabo una comedia dramática que a través de su historia, textos y dinamismo mantiene la atención de principio a fin, generando empatía a través de su realismo. Se trata de “Apuntes para volverse a ver”, escrita y dirigida por Gonzalo Ruiz, con actuación de Lorena Barutta, Alejandro Lifschitz, Nadia Marchione, Agustín Scalise e Isidoro Tolcachir.

Con una escenografía que remite a una casa de campo, cuatro personas se vuelven a reunir entre esas paredes para enterrar a la mujer que los crió, y los vió crecer hasta que fueron adolescentes. Ana, Eduardo y Consuelo vivían juntos con Babila, hasta que un cuarto niño, Julio, se sumó a la familia, y desde ese momento las cosas ya no fueron iguales, para nadie.

Entre celos, odio, secretos, intolerancia y sorpresas, los hermanos más grandes se reencuentran con el menor, el que nunca abandonó la casa y fue refugio de aquella mujer. El resto hizo con su vida lo que pudo,escapó, se liberó y corrió hacia una vida diferente en la ciudad, pero ahora es momento de enfrentarse al pasado, porque los recuerdos no les permiten avanzar, les pisan los talones.

Ana es dura, avasallante, y tiene un irónico sentido del humor que le permite sobrellevar la situación;Consuelo es sensible, y ese rasgo de su personalidad, y el descubrimiento de la verdad, le hará replantearse su lugar en la familia; Eduardo está sobrepasado con esta realidad, que no comprende ni soporta del todo; y Julio es un chico de campo, bondadoso y sincero que no esconde su emoción.

La tensa situación se agrava cuando aparece un vecino y la casa comienza a ser baleada, acción tragicómica que une el mundo exterior con ese espacio, lugar testigo del último deseo de la anciana, el de juntar a sus hijos, aunque esta idea pueda tornarse un poco más compleja que el simple hecho de volverse a ver.

La soltura en el manejo de los tiempos y climas convierte a la obra en un espectáculo original, donde el proceso entre el pasado y el presente está atravesado por un excelente equilibrio entre el drama y la comedia, exponiendo situaciones humanamente reales.

ABC CULTURAL


Apuntes para volverse a ver, según AGENCIANAN

“Apuntes para volverse a ver” en Timbre 4.-

La ópera prima de Gonzalo Ruiz, en la que un grupo de hermanastros se reúne tras la muerte de su madrastra, se concentra en la apertura de viejas heridas a partir de la ausencia en conexión con un pasado que se revuelve, con cosas que seguirán siendo pregunta.

Por María Daniela Yaccar
Fotografía gentileza de Apuntes para volverse a ver

Buenos Aires, septiembre 7 (Agencia NAN-2010).- El espacio es tan diminuto que todo se vuelve potente. Y todo está ocurriendo tan cerca que resulta imposible un distanciamiento, ése que avisaría que lo que está ocurriendo es relato. Mucho influye que Timbre 4 sea el fin de un largo pasillo --es bien famoso el cartel de la puerta, que pide silencio pues hay vecinos descansando--; una sala en la que, una vez completa de espectadores, no cabe un alfiler. Las consecuencias están a la vista, en los elementos que se deifican: la importancia de la actuación está en el rostro, la iluminación gana un papel protagónico, también los objetos. El espectador se sumerge en un mundo en que lo que pasa es más importante que lo que va a pasar o que lo que pasó. Sobre esa estructura se erigeApuntes para volverse a ver, ópera prima de Gonzalo Ruiz, que se presenta todos los viernes a las 23.30 en la sala de Boedo 640.

Esa estructura, ese cómo se construye la ficción, es aquí tan importante como el contenido. En efecto, puede arriesgarse que ese cómo estuvo antes, que la historia se cocinó en un espacio pequeño, que se necesitaba eso para su efectividad. Es un primer punto a favor deApuntes...: esa amalgama de forma y contenido, no tan fácilmente hallable en la cartelera porteña.

Ana (Lorena Barutta), Consuelo (Nadia Marchione), Eduardo (Alejandro Lifschitz) y Julio (Agustín Scalise) se criaron juntos en la casa de un pueblo. Todos ellos huérfanos, vivían con Babila, su madrastra. A diferencia de los tres primeros, que crecieron en la ciudad, Julio permanece en la vieja casa. La muerte de Babila obliga a los jóvenes a reencontrarse para cumplir con la última voluntad de su madre sustituta. El reencuentro tiene lugar en la casa de Julio, que parece detenida en el tiempo.

Por diversos motivos, cumplir con la última voluntad de Babila no será fácil. Eso es culpa, en principio, de la desorientación de Julio, a quien dan más ganas de nombrar como “Julito”, así llamado cariñosamente por sus hermanastros. Es que es el personaje más entrañable, el que sin dudas enternece a la platea. Al comenzar la obra, podría pensarse que Julito es el tipo con menos sentido común de la Tierra, pero luego se vuelve evidente que no está en sus cabales. Aunque el tema no sea original (la muerte como activadora de encuentros inesperados), lo que tiene de interesante Apuntes... son los pequeños grandes meollos que va desatando en su desarrollo. Demasiadas preguntas surgen (¿Por qué los otros tres se fueron? ¿Por qué Consuelo y Eduardo están peleados? ¿Qué demonios tiene Julito en la cabeza?) y se van respondiendo. La mente del público debe trabajar bastante, aún así hay cuestiones que no quedan del todo claras.

Un quinto personaje viene a condimentar las cosa:. Se trata de Rubén (Isidoro Tolcachir), vecino de Julito.
Con las cenizas de Babila arriba de la mesa, los hermanastros deberán resguardarse dentro de la casa. La presencia de Rubén deja en claro que la obra se mece en un terreno de oposiciones: el campo y la ciudad, lo visible y lo invisible, un adentro seguro y un afuera peligroso, lo dicho y lo no dicho.

Si el espectador vio Un hueco en el Club Estrella de Maldonado encontrará rápidamente más de una similitud entre las dos propuestas, en cuanto a la trama: muerte, pueblo, ciudad, reencuentro. En efecto, son temas recurrentes en el teatro. Pero hay, también, una diferencia abismal. Porque si la obra del vestuario engendra un clima asfixiante y sórdido, Apuntes... le escapa totalmente a eso. No hay clima de muerte en esa casa. Más bien, hay clima de enigma, un halo inquietante. Claro, ahora no se sabe qué va a pasar con Julito... a un chico con sus problemas no se lo puede dejar solo. No hay clima de muerte porque la obra presenta momentos de humor logradísimos, fragmentos de dulzura, nostalgia a lo Campanella. Momento destacado: una charla entre Julito y Rubén sobre el significado del amor.

La muerte puede ser una incertidumbre respecto del futuro: ¿qué hacer después de eso? ¿Cómo se reestructura la vida de quienes acompañaron a esa persona? ¿Cuáles son los cambios concretos que la muerte trae consigo? No obstante, más que en eso, Apuntes... se concentra en la apertura de viejas heridas a partir de la muerte, en su conexión con el pasado. Y se trata de un pasado que se revuelve, de porquería que se agita, de mugre que la vida se ocupó de esconder debajo de la alfombra. De cosas que seguirán siendo pregunta, enigmas que ni siquiera la muerte será capaz de responder.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Crítica de Apuntes en criticunder

Apuntes para volverse a ver, un pasado.

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Por: Ariel Vega (colaborador)
ariel.criticunder@ymail.com

Calificación: ★★★★

La muerte de Babila será el motivo por el que Ana, Consuelo, Julio y Eduardo se reunirán en la vieja casa de campo en la que vivieron su infancia. Una casa que los albergó por distintos motivos y que algunos abandonaron abruptamente. Julio, el más joven de todos y quizás acaso el eje del conflicto, es el encargado de llevar adelante esta reunión que los confrontará con los recuerdos de un pasado en común.

Un pasado que los unió como hermanastros, los separó y hoy los junta para tratar de entenderlo y así tomar decisiones.

El actor Gonzalo Ruiz hace su desembarco como director y cuenta con éxito su propia obra. Un texto ingenioso que cuenta la difícil tarea de reconocerse enfrentando al pasado. Todos se mudaron a la gran ciudad salvo Julio que jamás se despegó de la vida del campo. Secretos, amores, odios y rencores saldrán a la luz acompañados por canciones de la infancia, sustos y una damajuana de vino.

Todo ocurre en una noche en la que unos vecinos se sumarán a una situación algo bizarra. Un antiguo vecino que aportará humor al conflicto y que es genialmente interpretado por Isidoro Tolcachir. La situación que se da afuera de la casa los mantendrá a los cinco encerrados intentando resolver su futuro.

Un buen debut de Gonzalo Ruiz, buenas actuaciones y apuntes para no dejar de ver.